- Hijo de puta –
- ¡Ese es el espíritu! –
Lo hacía solo por verla enojada, sabía que ella odiaba los cumpleaños. Uno más, uno menos, le daba igual. La familia de la que nunca sabía, aparecía telefónicamente, para la consulta repetitiva de los años pasados. Cosas como ¿cómo estás?, ¿cómo la estás pasando?, ¿Qué te han regalado?, y otro montón de preguntas que no tenía ánimos de responder.
Saco un cigarrillo de la caja, y lo encendió para ella. Sabía que ella detestaba encenderlos por sí misma. Aspiró y se lo entregó, y ella con manos temblorosas, dio una calada profunda.
Él, mientras tanto sacó un poco de marihuana, y la encendió también.
- Ugh. Te dije que aquí no –
- No lo notarán, tus padres regresan pasado mañana, para ese entonces se habrá ido el olor – culminó dando otra calada.
- ¿Estás tenso? –
- No. ¿Por qué habría de estarlo? –
- No lo se –
Apartó el cigarrillo a su mano izquierda, y estiró la que tenía libre hacia él. - Dame –
- Creí que ya lo habías dejado – le dijo mientras se lo entregaba.
- Yo pensé lo mismo –
Inhaló profundamente el tan conocido aroma, cerrando sus ojos.
El cigarrillo se consumía solo entre sus dedos. Él tomó una almohada, y se acostó, apoyándose en esta, sobre las piernas de la chica, que estaba sentada en posición de indio sobre la cama. Ella solo lo observó acoplarse a su forma.
Comenzó a mover la pierna que tenia alzada sobre la cama, al ritmo imaginario de una canción que solo el conocía, de la que el solo sabría.
Sus miradas se cruzaron y la ceniza consumida del cigarro cayó sobre la sabana.
- Mierda – se lamento. La recogió entre sus dedos delicadamente, para no quebrarla y hacer un reguero, pero algo punzó su corazón, y la hizo, de un impulso, aplastarla hasta hacerla añicos.
- ¿Qué haces? – preguntó él.
- No lo se. – sacudió sus dedos, limpiándose, mientras calaba una última vez la droga, y se la devolvía. Contuvo el aliento, aun con los ojos abiertos, mirando algún punto muerto delante de ella. Y soltó el humo por la nariz, impregnándose de este.
Hizo un ademán de levantarse, y el chico se quitó.
Ella se levantó de la cama, posando ambos pies sobre el piso de la habitación. Comenzó a caminar lentamente, bajo la atenta mirada del que la acompañaba en ese momento, de un lado a otro, con una mano en la cadera, y la otra suelta, a un lado de su cuerpo.
Sus ojos se aguaron, y su cara se contrajo levemente en una mueca, tratando de recordar, o tratando de olvidar. Eso era lo que la marihuana le hacía, y repentinamente se acordó de porque la había dejado. Su respiración estaba agitada. Sintió una punzada en la sien, aviso de que tendría dolor de cabeza en poco tiempo. Y él solo observó
- Realmente no me gusta esto de los cumpleaños. – repuso finalmente, rindiéndose, y dejo caer el cigarro no fumado a piso de la habitación, aplastándolo con su zapato, aliviando de alguna manera, el dolor de su vida.
13/04/2009.
1 comentario:
¿Cuántas veces no he querido olvidar algo, con un simple desecho? Lástima que no es tan sencillo, sólo logras desprenderte de una parte y te da un alivio momentáneo...
Publicar un comentario