El Olimpo será un arrobo para los ojos y para el corazón, y no falta quien lo anhele y, quizá, quién encuentre el camino que lleva derecho hasta él; pero yo conozco esta ciudad como la palma de mi mano,y ni por todos los atajos de todas las carreteras del mundo podría dejarlo jamás. En octubre, el cielo del lago, sin ser ningún arrobo, es bastante claro, pendes nubes blancas que se mueven lentas. Yo me siento aquí en el banco, y pienso en ella, y no forzosamente con el deseo de estar donde está, pero sí, a veces, echando de menos el gusto por el tabaco.
viernes, 4 de diciembre de 2009
El atajo de la señora Todd.
"Pero lo que yo creo es que toda mujer desea en el fondo de su corazón ser una especie de diosa; y los hombres, captando de esa idea sólo un eco deformado, nos ponen en un pedestal. Sin embargo, lo que un hombre percibe no es lo que una mujer desea. Lo que una mujer desea es la libertad. La libertad de estar de pie, si le apetece, o de caminar... O de conducir. Eso es algo que los hombres no ven. Piensan que lo que una diosa quiere es tumbarse en una ladera de las colinas del Olimpo y comer fruta; pero eso no tiene nada de divino. Lo que una mujer quiere es lo mismo que quiere un hombre: una mujer quiere conducir."
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