domingo, 7 de marzo de 2010

Fall

Y el recuerdo más viejo que llevo conmigo es ese, donde me llevaba mi madre al cementerio, todo se veía tan verde. Y siempre yo, con mi vestidito de la época, mi florecita morada en la mano, apretada en un puño, y la otra de la mano de ella, la flor que siempre arrancaba del macetero favorito de mi abuela. Y llevándote esa flor, ese pequeño regalo que a esa edad era lo único que se sentía suficiente para ti, y dejándolo ahí, justo al pie de la tumba, donde se detallaba perfectamente el pequeño rectángulo en el que habitabas, tu espacio, tu nueva vida. Y lo mas bonito de todo eso, porque si, era bonito, era que luego de un tiempo, regresaba. Regresaba a verte, y cuanto te había extrañado, y llevaba otra flor morada en la mano, aunque sabía que la que había dejado antes había florecido, y cuando volvía, y me paraba al pie del rectángulo, este estaba completamente adornado de florecitas moradas, pero iba allí, con ella, y la dejaba para ti. Y solo lo hacía porque sabía que volvería, y que esa flor haría crecer otro montón, y se vería tu tumba aun más hermosa.


Y esta noche, no se porque, despertaron mis ganas de nuevo de ir allá a dejarte una flor morada, aunque no sea del mismo macetero; de ese las flores se marchitaron hace años, y se que tu tumba estará vacía.

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