La puerta, la maldita puerta que parecía querer ser derribada por un par de puños rudos, maleducados.
Se tapó la cabeza con la almohada, sin importarle que estuviera boca abajo, que su rostro estaba de lleno hundido en las mantas sobre las cuales se había acostado tras no poder sobrellevar su flojera. Trató de conciliar el sueño, seguir donde lo había dejado, cuando lo había visto a los ojos y le había dado un hosco ‘Muévete Allman’, recuerdos… De esos que se quedan en la memoria por siempre, por que de eso dependen. Recordó el momento en que lo había conocido, por que y lo que había sucedido después… Lo que no había sucedido.
Se dio la vuelta al sentir que el aire le faltaba y se acomodó sobre su espalda, buscando calmar su respiración, corriendo por la falta de oxigeno.
Un relámpago lo hizo abrir los ojos y el sonido cayó después, irritando sus tímpanos. Se sentó en la cama, notando que el cristal se su ventana se cimbraba estruendosamente, el agua entraba silenciosa por el espacio que siempre dejaba abierto en las noches. Se levantó adormilado aun, maldiciendo en susurros y llegó hasta la ventana, las cortinas abiertas estaban mojadas.
-Perfecto…- dijo abriéndolas más para ver a la calle, oscura excepto por las farolas en los postes que apenas se contenían a la lluvia.
Observó algunos árboles altos moviéndose y escuchó el sonido del viento que le heló hasta los huesos. Cruzó los brazos dándole algo de calor a su cuerpo y observó como el agua corría en la calle, algún desagüe estaría atascado.
Suspiró suavemente sabiendo que tendría que ir a meter a su perro a la casa.
Sus padres y su hermana habían salido a una playa cercana por el fin de semana por lo que el se hacia cargo de la casa.
Vio la figura de alguien que deambulaba en la calle de enfrente. No le prestó atención y cerró la ventana y las cortinas.
Se puso sus tenis después de buscarlos durante varios minutos y se puso una camiseta, pues estaba semidesnudo y no quería enfermarse, su salud era muy débil.
Salió de su cuarto y recorrió el familiar camino hasta la cocina. El agua se había metido y le rebasaba los talones. Gruñó molesto y abrió la puerta que daba al patio. Vio con horror como se inundaba mas su casa, el agua corría en todas direcciones mojándole los pies.
-Ay no!- gritó aun mas enojado pero decidió dejarlo así y salir a buscar a James. –James!- gritó la lluvia y el viento se le pegaban el la ropa, no podía escuchar su propia voz. –JAMES! HIJO DE PUTA!- gritó desgarrándose la garganta. El jardín estaba demasiado oscuro y normalmente el perrito lo veía y corría hacia el. –Coño!- vio la reja de metal abierta.
Se metió a la casa de nuevo, buscando una lámpara y una chamarra en un armario cuando tocaron a la puerta más fuerte de lo que habían tocado en sus sueños.
-¿Quién?- preguntó algo inseguro ¿Quién podría estar ahí a esa hora? ¿Con esa lluvia…?
-Yo, Bert!- escuchó la voz animada tras la puerta.
Quinn abrió, topándose con su mejor amigo, empapado, en sus jeans y su hoodie negra, tiritando de frío pero con una gran sonrisa.
-¿Qué haces aquí? -
-Se dieron cuenta de que estaba drogado… Me mandaron al carajo… Después de que yo lo hice, claro- dijo sin bajar la mirada ni parpadear siquiera.
-¿Tomaste algo?- preguntó el, sabiendo cual seria la respuesta.
-Cristal… Estuve solo en la tarde y…-
-Te inyectaste hasta que llegaron tus hermanos?-
-Si…-
-Pásate- lo haló y cerró la puerta.
Entraron a la casa.
-Te quedaste sin luz-
-Eso ya lo se- dijo dándole la espalda y buscando una linterna. -¿No has visto a mi gato? - Le preguntó, encharcando todo el piso de la cocina. Su pantalon de pijama se empapó en las puntas, enfriandole los pies. Sacudió una de sus piernas.
-¿Qué haces?- preguntó Bert con curiosidad.
-Nada
Eddie-
-Cállate…
Cody- se acercó y metió la cabeza al compartimiento, buscando lo que fuera que Quinn buscara. -¿Qué haces?-
-Busco una puta linterna por que a mi perro se le ocurrió escaparse- dijo con un dejo de hostilidad. –Tú te quedaras aquí y te darás una ducha-
Bert se separó.
-¿Para que ocupas una linterna?- preguntó con una mirada inocente digna de un niño.
-Por que…- se incorporó con una linterna amarilla en la mano -… No se donde este, esta lloviendo y esta…- volteó a verlo pero no lo encontró. -¿Bert?- miró a todas partes –Bert!- caminó –Bert ¿Estas en el cuarto?!- miró a todas partes de nuevo –Ni se te ocurra querer asustarme…!-
La verdad era que temía que se hubiese ido, no lo quería vagando solo y drogado en las calles… Y no quería estar solo el, especialmente esa noche.
Tocaban a la puerta laminada de la cocina. Con alivio vio la figura esquelética de su amigo al otro lado y haciendo olas con sus pies se acercó hasta allá y le abrió.
-¿Don..? JAMES!- le quitó al cachorro labrador de las manos y lo abrazó con fuerza. -¿Dónde lo encontraste?- le preguntó al cerrar la puerta. Bert se dejó caer en una silla -¿Qué tienes?-
-No se…- dijo comenzando a temblar mas –Creo que no me siento bien- dejo caer la cabeza en la mesa.
Quinn se apresuró a tocarle el cuello.
-Estas ardiendo estupido ¿No te dije que no te salieras?!-
-Te esta hablando James- dijo Bert ahogadamente sin incorporarse.
-Cállate!- Quinn le pegó en la nuca y Bert se levantó de inmediato.
-¿Pero por que?- le preguntó con ojos llorosos, agarrándose la parte golpeada.
-Por que no me haces caso!- dijo apretando al perro contra su pecho –Vamos arriba!- exigió y dejó la cocina. Bert lo siguió.
-¿No vas a recoger?- preguntó siguiéndolo y mirando como el agua iba subiendo de nivel.
-No!-
-Eso de ser ‘el hombre de la casa’ te hace daño…-
- Estabas dormido - dijo con sorna.
- Eso hago a las 3 de la mañana - respondió, en el mismo tono. Sonrió de nuevo e hizo su camino a las escaleras. ¿No vienes? -
- Pensé que tenía prohibido acercarme a ti cuando estuviera drogado - dijo.
- Puedo dejarlo pasar. Tienes que ducharte o morirás.
Él sonrió.
- ¿Trajiste tus cosas? -
- ¿No te dije que no me abrieron? -
- No me refería a tus cosas, sino a tus cosas - aclaró, mirando hacia las tan conocidas marcas en sus brazos.
- Se acabaron. Lo juro. -
- Anda a ducharte tonto -
Lo siguió hasta su cuarto.
-Quédate quieto… - le dijo Quinn al cachorro –Esta nervioso… ¿Me pasas una toalla?- le pidió mas tranquilo sujetando al perro que se retorcía en sus brazos.
Bert fue al cajón donde Quinn guardaba sus toallas y sacó una.
-Hey…- dijo acercándose al perrito, que lloraba desconsolado.
-Siempre se pone así cuando llueve-
-Pues si, debe sentirse solo allá afuera…- dijo Bert comenzando a secarle las orejas mientras Quinn lo sostenía.
-Pero ya esta adentro! ¿Por qué es tan dramático?- dijo comenzando a ponerse nervioso el también.
-Es igual que tu, Quinn ¿De que te quejas?- dijo Bert tranquilo.
Quinn lo miró con enojo.
-No me veas así, yo solo digo la verdad- le dijo con una sonrisa tierna. Quinn no pudo evitar devolvérsela. –Ahora dámelo, para secarlo bien-
Se lo pasó y el perrito se calmó casi instantáneamente. Se sentaron en la cama, sin decir nada, tan solo con el ruido de los truenos y la lluvia, el viento y la oscuridad.
Bert estaba dedicado a secar al cachorro mientras que Quinn se arremolinaba en el mismo sitio, nervioso… Sus razones desconocidas, escondidas, pero no podía evitar sentirse así.
Era el efecto normal de Bert… Esa paz que compartía y exudaba no dejaba de intimidarlo y volverlo loco. Se llenaba de pánico, de pesadumbre, y de tonterías en la cabeza.
-Listo- dijo con una sonrisa y lo acarició mientras el cachorro se acomodaba entre los dos.
-Perfecto, ahora dormirá en mi cama- dijo Quinn sin levantar la voz.
-¿Quieres callarte?- le dijo Bert embelesado viendo al animal. Quinn se mordió los labios. -¿Ves? Así ya se quedó dormido-
-Cada vez estas mas dañado ‘McCracken’- dijo levantándose de la cama.
Bert lo miró sonriente.
-Admite que de no ser por mí estarías cagado de miedo… O perdido afuera, arrastrado por la corriente-
-Gracias a Dios que llegaste Bert!- gritó Quinn y lo abrazó, apretándolo demasiado y levantándolo del piso.
-Quinn!-
Lo soltó y le dirigió una mirada mordaz.
-Si quieres me puedo ir…- repuso Bert igual de serio.
Quinn le dio la espalda murmurando cosas que en realidad no pensaba y sacó una toalla del cajón que Bert había dejado abierto. Se volvió para verlo al lado de la puerta, mirándola insistentemente.
-Te vas a resfriar y ya tienes fiebre, idiota- le dijo Quinn yendo hacia el y al tenerlo cerca de estampó la toalla al pecho. –¿Crees que amaneceras bien estando enfermo? Dúchate-
Bert curvó sus labios paulatinamente en una sonrisa sincera, tomando las manos del rubio entre las suyas. Pestañeó varias veces mientras dejaba las manos de Quinn y pareció volver a la realidad.
-Mejor me baño, tengo fiebre de verdad- dijo.
Quinn sonrió con un profundo sonrojo en las mejillas.
-Si- le dijo y lo dejó pasar al baño.
Quinn se dejó caer en la silla de su escritorio, con semblante serio, molesto tal vez…
Observó la puerta por la que Bert se había ido, y analizó la posibilidad de irse y dejarlo ahí. Frustrado volvió la mirada a su cama donde James dormía cómodo.
Suspiró. Un suspiro lamentándose. Lo escuchó abrir varios cajones.
-Cierras esos cajones!-
-Si cariño!- contestó Bert gritando, causando que el sonriera en silencio y para el mismo. -No tardes!-
Hundio su cara en sus manos, frotando sus cansados ojo suavemente. No figuró cuanto tiempo había pasado, ni siquiera escucho el grifo cerrandose.
-Ya- Bert había salido ya, con una toalla azul atada a la cintura, su media melena negra estaba goteando en el piso.
-Ay Bert- dijo Quinn riéndose.
-¿Qué?-
Quinn sacó otra toalla y se la puso en los hombros.
-Busca ropa, yo ahora salgo- le dijo y se metió al cuarto de baño.
-Cariño, creo que tu cachorro quiere conmigo! - grito Bert, haciendo que Quinn soltara una carcajada.
Quinn conservó esa sonrisa hasta que abandonó el cuarto. Salió y vio a Bert sentado en la cama, con la espalda en la pared. Le sonrió suavemente y Bert hizo igual.
-Me gusta el cabello- dijo Quinn sincerándose mientras sacaba algo de ropa del closet.
Bert se había teñido el cabello unos días antes, para el gusto de Quinn que se lo había decolorado casi el mismo día.
-Lo se, capullo- le dijo Bert riéndose suavemente.
Quinn se quitó la toalla y la puso sobre el escritorio, comenzó a vestirse, vigilando de reojo a Bert, que dormitaba sobre su cama. Terminó y se dirigió a la cama, el pelinegro tenia al cachorro en su estomago.
- ¿Quién te dio permiso de ponerte mis calcetines favoritos? - preguntó, fingiendo seriedad.
- Tú tienes puestos los amarillos, asi que no puedes quejarte. -
- Ajá, ¿y si me diera frío y quisiera ponermelos en las manos? -
- Sobrepasarías tu límite de idiotez -
Quinn se rió histéricamente y se dejó caer en la cama.
-Eres un pendejo!- dijo, rojo hasta las orejas y con lagrimas en las mejillas. Bert se inclino para besarlo, ante la sorpresa del rubio. El contacto, suave, delicado, le hizo olvidar que él estaba drogado hasta que se separaron. Bert se rió igual hasta que comenzó a toser. Quinn se incorporó mirándolo preocupado y sin saber que hacer. James se despertó y se fue hasta sus pies de nuevo.
-Bert!-
Estaba poniéndose morado.
-Puta madre!- gritó Quinn histérico mientras Bert intentaba decirle que se calmara. –Bert! Vamos al hospital!-
Bert se quedó callado un momento, esperando pasar bien el aire a sus pulmones y en cuanto lo logró estallo en una carcajada.
-No te rías!-
-Parecías una niña Quinn, en serio!-
-Cállate!-
-Necesitas relajarte mas, hombre-
-Y tú tomar las cosas más en serio-
-Pues hasta ahorita no me ha hecho falta…-
Se recostó completamente, cerró los ojos de inmediato sintiéndose mareado y con un gran dolor en la parte izquierda de la cabeza.
Quinn lo miró, esperando verlo levantarse o abrir los ojos buscándolo pero no lo hizo.
Se recostó también y lo miró un largo rato.
Bert tosió un poco y comenzó a temblar quedamente, Quinn tocó su frente. Estaba muy caliente.
-Mierda…- susurró.
-¿Quinn?- dijo Bert en un quejido, sin abrir los ojos.
-Aquí estoy-
-Tengo frío- suavemente, se quejaba.
Quinn se levantó y buscó una manta. Al encontrarla volvió a la cama y lo cubrió hasta la cintura.
-¿Ya?- se recostó de nuevo.
-No… Abrázame-
-¿Eh?!-
-Estoy jugando, idiota-
-Ah…-
Quinn nunca sabría cuan en serio lo había pedido.