jueves, 24 de septiembre de 2009

24

No puedo evitar mirar el reloj y que duela. Duele por el vacío que dejaste, lo que te llevaste a la fuerza.

Tener un apoyo es bueno, pero eventualmente se va. Y cuando se va el cuerpo se tambalea, buscando esa costumbre, se estremece recordando, se enfría. Y duele. Duele como si hubiese recibido la peor de las golpizas, el peor de los castigos. Y en cierta parte es un castigo. Porque el cuerpo se lo merece.

Segundos arrastran mi respiración con ellos. No les discuto, seria inútil. No lo acepto tampoco. Solo lo lamento, solo lo veo desde afuera, inevitable. Solo observo detenidamente como, con el paso de los días, el pulso de un corazón desaparece lentamente, como si sintiese que en algún lado, otro se esfuma lentamente, y lo acompaña en la dolencia.

Imposible detener el tiempo. No quisiera hacerlo tampoco. Creo que posiblemente porque si lo hiciera, solo te congelarías a mi lado.

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